01 septiembre, 2010

Nocturnos XXX




Algunas condiciones irrenunciables.

Que la luna se esconda durante un tiempo, más adelante ya compensaremos mirándola mucho.
Que cortar cebollas no haga llorar en los tiempos tristes.
Que ciertos músicos solo suenen en el hilo musical de los chinos durante un tiempo, o en las gasolineras, de madrugada.
Que esos músicos cancelen sus giras y se dediquen a escribir canciones hasta nuevo aviso.
Que cada noche me emocione una sonrisa y que toda locura esté permitida, pero que a la mañana siguiente me enfrente solo al café amargo y al cepillo de dientes.
Que sepamos por adelantado lo que queremos leer y lo que no.
Que el final de la novela no me quede demasiado triste.
Que el verano se alargue un poco este año, por compensar algo.
Que el viaje a París sea el principio de un proyecto y no un pozo de nostalgia, y que en aquella panadería de Montmartre sigan vendiendo el mismo “pain au chocolat”.
Que jamás deje de sentirme tan vivo.
Que sigas sonriendo, aunque me haya quedado en paro.
Que cenar en la terraza con vino blanco sea declarado bien de interés cultural.
Que los tecnócratas se congelen todos de golpe, también por compensar.
Que amar intensamente sea obligatorio por ley, aunque gastemos toda la hojalata en corazones nuevos.
Que las mejores sonrisas estén por llegar.
Que alguien ponga un poco de orden en el mundo, pero que no se lo cuente a nadie.
Que la justicia no sea opcional.
Que todos los gatos sigan haciendo patitas en mi estómago mientras ronronean.
Que me devuelvan de una vez el libro de Orwell.
Que nunca jamás gane una partida de Trivial.
Que me lo concedan todo, o por lo menos lo que parezca menos importante.

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