09 noviembre, 2009

Efímeros VII






Ella cuida de las olas

Yo vigilo la marea
De cuando ardemos...


Llega el frio polar a las calles. Cielos limpios i lunas acarameladas de primeros de noviembre. Algunas nuevas adquisiciones en el rincón de los importantes y sueños nostálgicos de gente que quedó por el camino. Con el frío llegan las mantas y los domingos de sofá y abrazos dulces al abrigo del buen cine. Las comidas que se alargan, y el amor así, con todas sus letras.

Así nos preparamos en la taberna para trampear los meses azules. Como buenos principiantes en el arte de vivir aprendemos a golpes y poco a poco matamos monstruos, aunque se empeñen en resucitar cada vez más encogidos más enclenques. Sonreímos, porque como buenos esclavos de la belleza sabemos bien que las endorfinas ayudan a combatir las bajas temperaturas.

Coleccionamos algunas buenas enseñanzas de los tiempos turbios en un tramo de pared, porque queremos ser buenos entre los buenos y vivos entre los vivos. Sabemos que somos raros, y algo locos. Lloramos a destiempo e incluso ahora que llegaron los buenos tiempos tenemos ratitos de soltar alguna lágrima. Pero no nos preocupa porque la locura nos enseña que esos momentos cedidos al tedio nos sirven para soltar lastre innecesario. Para aislar la tristeza en un mar de abrazos y largos besos. Para recordarle a los malos que nosotros si somos de carne y hueso.

Nos queremos, a ratos hasta doler, a ratos suavemente y muchos otros como se quiere al mundo, cuando se le quiere, cuando no viene en el noticiero.

Vivimos, vibramos, brindamos...

...y luego dormimos abrazados.