Vino tinto
Mucha montaña en invierno, atracones de
sushi sin contemplaciones, el placer de ducharse antes de desayunar. ¡El Sur!
dios, cuantas ganas de sur. Llevar los planes hasta sus últimas consecuencias, quemar la ciudad a golpe de charla y gintónic
hasta que no de pereza volver a pie, mezclarse entre esos extraños seres con
cuernos que queman pólvora en las fiestas y disfrutar como un enano, revisitar
la expo de Brangulí. Decidir sin pudor que J es en realidad el pionero, por muy
perturbado que esté. Llevar en verano la ropa más cómoda y menos moderna que
exista. Enfrentar la vida con una carcajada, el fin de la queja, reír, reír,
reír hasta que duela la barriga. No pensar demasiado como trinchera, actuar,
acción, movimiento, camino sinuoso, perderse en los recovecos, siempre. Lisboa,
París, olvidar las iglesias y los faros. Reconocer que hay más islas que vidas,
Lanzarote, dejarse querer…
…y el vino tinto.