11 septiembre, 2010

Miscelánea



Así se viven los días de huida en nuestro antro. Así se caminan las horas sin intentar entenderlas demasiado. Se planea sobre una mixtura de emociones, a ratos eufóricas y a ratos anestesiantes, pero siempre con una especie de sostenido en intensidad.

Escuchamos de lejos las bombas que destrozan La Moneda y con ella parte de los sueños de una generación cansada de no ver los resultados de tanto esfuerzo colectivo. Escuchamos también desde aquí el eco, el eco que retumba en el hueco que deja uno de los grandes cuando muere. Porque con él muere un modo de ver el mundo, mueren los recuerdos de las noches en las montañas de la Dordoña metralleta en mano, la alegría de desfilar por las calles del París liberado con los compañeros Partisanos, la tricolor ondeando en tierras foráneas. El significado real del internacionalismo. Así despedimos a Wile desde la intimidad de nuestro antro, en este tiempo extraño.

Nos dividimos en dos en estos tiempos, para repartir la intensidad. Uno, el cuerdo, el responsable, el que compra los billetes y gestiona los nuevos tiempos, el que ya ha salido de aquí y puede ver las cosas desde lejos. El otro es el Puta (en palabras de Gil de Biedma), el de la mala vida, el que huye con cualquiera que ame la noche tanto como él. No están peleados, se respetan en estos días, porque saben cuánto se necesitan el uno al otro.

Tal vez toca vivir un tiempo en la oscuridad, por aquello del contraste con la luz al amanecer. Tal vez toca cambiarlo todo para no cambiar nada. Toca escribir mucho, hasta dejarse un poco el sueño y la salud y musicar nuevos versos que nos den la razón. Toca revisar los papeles, refundar alguna que otra ideología, quemar todos los templos ahora que nos quedan fuerzas. Dejarnos tostar a fuego lento por la calima y el salitre. Toca tirar toda la ropa por la mañana, al llegar a casa oliendo a humo y a sombra. Envenenar los pozos donde beben los que viven aconsejando.

Toca en definitiva, no tomarse muy en serio ni al cuerdo ni al Puta, no vaya a ser que un día de estos nos atrape la dicha, sea feliz de nuevo y me de por vivir. ¿Quién escribirá entonces mis canciones?

Y es que, los malditos también sonríen…

1 comentario:

Cristina dijo...

cada día escribes mejor. y es que a cada rato aprendes a construir frases con una fuerza que no se puede medir. porqué lo de envenenar los pozos donde beben los que viven aconsejando...

bueno, es tal al magnitud de la tragedia que has creado en mi comedor que no tengo palabras.

sabes qué? a mi me gustan los dos. el cuerdo, que sabe lo qué le conviene. y el loco, obvio, que sabe lo que quiere.