30 abril, 2004

Nocturnos I

-Sobrevivir al veneno de tocar-. Así debe empezar el epitafio de la tumba de aquel que murió de pena en el oscuro rincón de una taberna, mientras esperaba que la pasión saliera del lavabo y que del vaso apurado brotara el desenfreno, o que la vieja guitarra que acariciaba le devolviera el beso. Pero casi sin darte cuenta, un día, mientras miras el mar para sentirte menos solo sientes el cosquilleo de una sonrisa en el cogote y vuelta a empezar. Bueeeno, al fin y al cabo se muere el invierno y hay que resguardarse del sol. Pongámosle fecha de caducidad a esta noche…

Follet.

29 abril, 2004


Si tinenes la suerte de vivir en París cuando eres joven, luego París te acompaña vayas donde vayas, todo el resto de tu vida, ya que París es una fiesta que nos sigue


Foto: Follet
Las tradiciones futuras

Hay un único lugar donde ayer y hoy se encuentran y se
reconocen y se abrazan, y ese lugar es mańana.
Suenan muy futuras ciertas voces del pasado americano
muy pasado. Las antiguas voces, pongamos por caso, que todavía
nos dicen que somos hijos de la tierra, y que la madre no se vende ni
se alquila. Mientras llueven pájaros muertos sobre la ciudad de
México, y se convierten los ríos en cloacas, los mares en basureros y
las selvas en desiertos, esas voces porfiadamente vivas nos anuncian otro mundo que no es este mundo envenenador del agua, el suelo, el aire y el alma.
También nos anuncian otro mundo posible las voces antiguas que nos hablan de comunidad. La comunidad, el modo comunitario de producción y de vida, es la más remota tradición de las Américas, la más americana de todas: pertenece a los primeros tiempos y a las
primeras gentes, pero también pertenece a los tiempos que vienen y
presiente un nuevo Nuevo Mundo. Porque nada hay menos foráneo
que el socialismo en estas tierras nuestras. Foráneo es, en cambio, el capitalismo: como la viruela, como la gripe, vino de afuera.

Eduardo Galeano "el libro de los abrazos"

28 abril, 2004

Bienvenid@

Despacio, con un lento pero constante movimiento, la luna deja que la oscura sábana de la noche le resbale por el cuerpo y muestra al fin la lúbrica desnudez de su luz. Se tiende entonces a lo largo del cielo con el deseo de mirar y ser mirada, es decir, de tocar y ser tocada. Si algo hace la luz es remarcar su opuesto, así que, abajo, una sombra ofrece a la nube una mano mientras murmura:

"Ven conmigo, mira con tu corazón lo que mis ojos te muestran, camina en mis pasos y sueña en mis brazos. Allá arriba las estrellas hacen un caracol con la luna como origen y destino. Mira y escucha. Es ésta una tierra digna y rebelde. Los hombres y mujeres que la viven son como muchos hombres y mujeres del mundo. Caminemos entonces para mirarlos y escucharlos ahora, cuando el tiempo titubea entre la noche y el día, cuando la madrugada es reina y señora en estos suelos”

"Chiapas la treceava estela" (fragmento)