30 agosto, 2005



Nocturnos VII

Te miro a través de la copa de vino y podría creerme que estas dentro, nadando en rojo. No puedo evitar insinuar una sonrisa cuando me percato de la perfecta sincronía entre la aparición de un peligroso hoyuelo en tu cara, y el desprendimiento repentino de un botón de mi camisa. Por ahora prefiero esperar y cocer a fuego lento el canal que nos une. Al fin y al cabo siento un placer algo masoquista al planear cada una de las cuatro esquinas de tu cama como si de fronteras se tratara. Te he robado esta noche sin que te dieras cuenta los planos topográficos de tu cuerpo y ya no hay poro que no sepa de memoria.

En cuanto encuentre el botón empieza la travesía, espero haber aprendido a nadar para entonces...

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