29 septiembre, 2011




Vino tinto


Mucha montaña en invierno, atracones de sushi sin contemplaciones, el placer de ducharse antes de desayunar. ¡El Sur! dios, cuantas ganas de sur. Llevar los planes hasta sus últimas consecuencias,  quemar la ciudad a golpe de charla y gintónic hasta que no de pereza volver a pie, mezclarse entre esos extraños seres con cuernos que queman pólvora en las fiestas y disfrutar como un enano, revisitar la expo de Brangulí. Decidir sin pudor que J es en realidad el pionero, por muy perturbado que esté. Llevar en verano la ropa más cómoda y menos moderna que exista. Enfrentar la vida con una carcajada, el fin de la queja, reír, reír, reír hasta que duela la barriga. No pensar demasiado como trinchera, actuar, acción, movimiento, camino sinuoso, perderse en los recovecos, siempre. Lisboa, París, olvidar las iglesias y los faros. Reconocer que hay más islas que vidas, Lanzarote, dejarse querer…

…y el vino tinto.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Aunque tú no lo sepas, esta madrugada te has presentado en medio de un agitado sueño. Me preguntabas que dónde me había metido todo este tiempo. Después te levantaste del banco, guardaste tu cuaderno en una cartera y te marchaste de nuevo. Dejé hace tiempo los juegos freudianos, así que no entiendo el por qué de todo eso. Disfruta del sur cuando lo recuperes. Un abrazo, anónimo claro.

Anónimo dijo...

De anónimo a anónimo, y habiendo abandonado también los freudianismos indigestos. El sueño suena a sueño del futuro. Ese en el que de pronto y sin saber muy bien como, nos encontramos sentados compartiendo una manzana...