De la risa de Jorge
Jorge se ríe de mi casi obsesiva manía de
buscar señales por doquier. Se ríe de mis ganas de ordenar el caos, de alargar
el verano, de insistir en leer el periódico, de trasnochar por despecho y de
buscar impulsivamente la paz en placeres efímeros. En fin, Jorge se ríe de mis
pequeños vicios y de mi mala salud de escritor frustrado.
Cada vez que le veo observarme con una
mirada socarrona y fruncir el ceño a media sonrisa se por donde va. Detrás viene
una gran carcajada, se acerca a la mesa con dos vasos y me alborota el pelo
cariñosamente. Se ríe de mi extraña manía de no estar de acuerdo casi por
sistema, de que visite cementerios extranjeros, de mis escarceos con lo más
cursi, y se cachondea en general de tantas y tantas páginas de palabras en
clave.
Cuando nos encontramos de madrugada en un
garito siempre me abraza entre carcajadas y vapores alcohólicos, acto seguido
pregunta si interrumpe algo, aunque le importe poco, y acabamos a la salida del
sol pasando de todo el mundo y riéndonos el uno del otro.
Él de mis amores eternos, yo de su
pesimismo, él de mi promiscuidad, yo de su mitomanía y así hasta que se hace
demasiado tarde hasta para nosotros.
En realidad resulta un poco rompe pelotas
en ciertos momentos. Cuando me despierta de madrugada, cuando me jode noches
prometedoras, cuando se ríe de ti, cuando me llama "mi pequeño poeta perturbado"
y yo le contesto que si fuera poeta habría una fecha clave. Me resulta
profundamente molesto cuando me quita la razón y hasta cuando me la da. cuando
se ríe de mi sin parar.
Y sin embargo… No sé qué haría en otoño sin la risa de
Jorge.
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