19 enero, 2010

Relato en ron menor III

Los últimos minutos me dedico intensamente a memorizar cada centímetro de piel, cada sonido que emites, sea en formato de gemido, de sonrisa (porque las sonrisas tambien suenan, son pequeños crujidos en las comisuras), o de sollozo. Lentamente me visto y como un ente poco terrenal recojo la ropa mientras como si de una tortura se tratara me asaltan miles de imágenes en forma de diapositivas. Arena, agua, islas, capitales, copas de vino blanco, canciones a duo, el sexo con amor, las mañanas de cinco minutos mas, las noches que no queríamos acabar, la última canción de Nacho como una broma pesada y todo un inventario de belleza que dejo para cuando no pinche tanto.

Salgo por la puerta como si tuviera que volver pronto (por poder salir sin más) y fuera la lluvia helada me da la razón. Suena el teléfono varias veces mientras camino con nombres de personas que me quieren bien pero la lluvia me ha quebrado la voz y me asalta el miedo a comprobarlo. Noto que peso muy poco y no tengo claro si es por que la calle está resbaladiza o porque me he dejado la mitad de mi mismo en tu cama. Y sigue lloviendo, y mañana por la mañana seguirá lloviendo, y tal vez encuentre un avión que me lleve lejos de mi una temporada, o tal vez me pase la vida buscando agujeros en las islas y la puesta de sol en el Hafa se convierta en el acto de belleza más triste del mundo.

Voy a tardar siglos en olvidar tu boca

1 comentario:

Cecilia Sainte-Naïve dijo...

Es hermoso, envidiablemente hermoso.

Un abrazo.