30 abril, 2004

Nocturnos I

-Sobrevivir al veneno de tocar-. Así debe empezar el epitafio de la tumba de aquel que murió de pena en el oscuro rincón de una taberna, mientras esperaba que la pasión saliera del lavabo y que del vaso apurado brotara el desenfreno, o que la vieja guitarra que acariciaba le devolviera el beso. Pero casi sin darte cuenta, un día, mientras miras el mar para sentirte menos solo sientes el cosquilleo de una sonrisa en el cogote y vuelta a empezar. Bueeeno, al fin y al cabo se muere el invierno y hay que resguardarse del sol. Pongámosle fecha de caducidad a esta noche…

Follet.

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