Cosas de cuerdos IV
De lo que hizo Nacho…
Es un tipo curioso Nacho. Se sienta siempre en la misma silla de la barra y deja que Jorge le regale tonterías, historias, y cachivaches diversos, luego disfruta de los buenos y más tarde escribe una parte en la primera superficie plana que se le pone por delante. Guarda esas pequeñas joyas sin cuidado en cualquier cajón porque nunca le interesó escribir una historia ordenada, odia las estructuras tradicionales. Nacho siempre prefirió los nudos a los desenlaces, y al final el planteamiento, como promesa de que no hay final, simplemente porque no hay principio.
Nacho no brilla, no es cuidadoso, padece de torpeza endémica y muy a menudo ni siquiera es agradable. Hasta hace relativamente poco era alérgico a la constancia, le asusta querer demasiado y a menudo siente unas ganas enormes de salir corriendo y no mirar atrás. Sería un completo desastre si no fuera por sus sueños, por sus principios y sus convicciones. Es casi religioso con sus sueños.
Nacho sueña con pintarle de nuevo los cimientos al mundo. A veces sueña en blanco y negro, y muchas otras en un tono rojo, como el mejor vino, como las banderas que piensan en colectivo. Sueña un mundo entero que fabricar, con sus propias leyes.
Lo más importante tal vez, es que Nacho sueña en carne y hueso, sueña tangible, sueña hambre y sed, como los cuentos cuando son de verdad. Ama sin miedo, por fin.
Nacho no ha salido corriendo, se ha quedado sentado en la taberna y escribe estas líneas en un trozo de papel. No le asusta la cordura porque también la siente como propia en el fondo de su ser, y sabe que la única manera de combatirla es asumiéndola, y solo así se siente más loco que nunca.
Ama sin miedo, por fin.