Nocturnos XVI
de reinicios...
Últimos coletazos de un verano que muere. Llego sin prisa a la taberna. Las mesas todavía fuera, como para exprimir los días soleados hasta que no quede gota. Me acerco lentamente y observo a Jorge, sentado tal como lo dejé dos meses atrás. Parece que el tiempo se haya parado para él. Me mira, sonríe, se levanta y me estampa un abrazo sincero. En seguida me mira a los ojos y espeta sin avisar: - Tú no eres el mismo.
Me siento en su mesa y ya me espera una copa de vino tinto. - El de las conclusiones. Dice Jorge pausadamente, y vuelve a sonreír. Empiezo mi monólogo, que a veces suena a anecdotario de telenovela y otras a argumentario de juicio penal. Jorge consigue con preguntas certeras deshojarme como una alcachofa. Me desnudo del todo, frase a frase, pensamiento a pensamiento y mientras hablo me doy cuenta de los caminos errados.
Jorge me mira con el ceño algo fruncido y sentencia:
-Siempre tuviste tendencia al drama. Dejate de tonterías y sonríe! En tu relato hay errores, pero también hay vida, y lo mejor de todo, al final hay madurez. Madurar es un proceso doloroso para el alma, pero necesario. Eres un perro guey! Pero el amor se demuestra amando, es sencillo.
-Eres la segunda persona que me llama así esta semana.
-Porque te quiero.
Más tarde llega lo de siempre. Las risas, complicidades, una guitarra y vino que corre. Yo con una sonrisa bien ancha y una parte de mi lejos, tanto que en medio de los acordes me parece escuchar la voz de un beduino que grita: -La cena esta listaaaaaaa…..
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