Nocturnos III
La noche vino a recordarme que sigo por acá, parece que sigo mandando sobre mis manos. Lentamente me repongo de este eterno instante
que vértigo repentino. Hasta me mareo de lo alto que imaginé. Es curioso porque seguramente siquiera salí de mi mismo.
- que largos son los viajes hacia dentro.
Un cigarro y aire fresco para intentar volver a la trinchera. Vaya mierda de seguridad, nunca me falta tanto como estando conmigo mismo. Si pudiera congelar este momento, si pudiera guardar esta soledad en el bolsillo del pantalón y compartirla contigo cualquier tarde. Pero el momento se escapa se pierde bajo el minutero de este reloj congelado a golpe de olas de frío.
Este momento no entiende de gritos ni de llantos, no habla de nada. Es la espera de la cola de un ministerio, es el brazo apretado al asiento del avión en el despegue, es la comisura de tus labios cuando le brindas una sonrisa, es la mirada del soldado que de pronto entiende, es la bala que se para, el sol que se seca, la guitarra que se queja, el cansino anuncio de la parada de metro. Este instante es el peso de mi deuda con el tedio por las carcajadas y el vino de anoche.
Vale la pena parar el tiempo de vez en cuando para poder volver a encenderlo y dar cuenta de que seguimos vivos y locos
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