27 octubre, 2010

Cosas de locos IX




El otro día aparecieron unos tipos en la taberna. Tres de ellos cámara al hombro buscaban por los rincones, miraban con curiosidad este antro de antros. El cuarto llevaba una libreta en la mano y los dedos endurecidos de escribir verdades.
Hay que estar muy loco para llenar la mochila de película e internarse en el camino. La locura termina cuando empieza el relato. No hay nada de loco en el asesinato sistemático del más débil, nada bello, más bien vacío. La cordura fría e implacable del narco, del dólar y de la cadena perversa de la complicidad.
Nos recordaron a Galeano, sus fotos estaban repletas de nadies, de mercancía, le pusieron nombre y apellido a aquellos que valen menos que la bala que los mata.

Se tomaron un vino rápido y se fueron con prisa, una prisa casi obsesiva por mostrar, por ir abriendo ojos, porque el riesgo no es por belleza, no es un hecho artístico, y por eso su gran obsesión. La utilidad.

Una imagen vale más que mil palabras. Una palabra más que mil fotos. Pero que imagen y que palabra…

El camino está cabrón.

Decían.




Foto: "En el Camino"
Toni Arnau, Edu Ponces y Eduardo Soteras.

23 octubre, 2010

Efímeros XIII







En tanto que finitos
nos dedicamos a los vértices.
En tanto que complejos
nos dedicamos a la belleza.
En tanto que obtusos
nos volcamos en la palabra.

Mojado el suelo, alejados ya los truenos,
invertidos los tiempos del deseo,
descoyuntados los ángulos y las prisas.

Necesitados de una nueva física,
las palabras se alejan con los vértices.

Solo el tacto nos sirve ya como guía.
Solo en el tacto la palabra.
Solo en el tacto la belleza.

05 octubre, 2010

Cosas de locos VIII



Hoy he recordado algo y al contarselo a Jorge ha decidido que era una tontería, pero una tontería nada tonta y cargada de belleza. Y así hemos inaugurado un nuevo concepto.

El recuerdo era sencillo, nos habíamos olvidado del tiempo y casi descubrimos que es una bonita manera de pararlo. Al cabo de las horas aun era de día, o tal vez volvía a ser de día y en la terraza la temperatura era casi perfecta.



 - ¿Me ayudarás a cambiar el mundo?

- Hecho

- Así será mucho más fácil.




Nunca nada me había parecido tan tonto y tan real.






Luego hicimos café para empezar...

04 octubre, 2010

Lo que Stendhal nunca contó sobre la Belleza o la teoría del péndulo


Extraña cosa la Belleza, puede letargar durante siglos, puede ser la más alta de las ternuras o tornarse la más vil de las armas arrojadizas. Hoja de doble filo, se presenta a veces con lengua bífida y ojos encendidos. Puede acunarte entre sus angulos y llegar a producir vértigo, puede marear de intensidad.
La pretendida belleza puede ser también un cliché de imágenes bonitas que son lanzadas a modo de bomba incendiaria. Una numeración de lugares comunes perfectamente alterados (en su punto justo, huyendo de la evidencia) con el objetivo, tal vez, de generar algo. Porque algo és la clara antítesis de la nada, y la nada és la única cosa que gana en vértigo a la belleza. Porque sabemos que en el único espacio que no existe vibración alguna és en el espacio vacío.
Pueden existir incluso batallas de belleza, guerras interminables de fraseos eloquentes. Como un tablero gigante de ajedrez con piezas de marfil. Cualquier cosa vale, supongo, para salvarse del vacío. Pero en tiempos de paz no hay nada peor que entrar al trapo de una flor con espinas sin nota firmada.

Desde un terrado de tiempos nuevos y algo mareado por el vino blanco y la belleza, siento calma y me permito reirme un momento de la gente que pasea por la Rambla, parecen hormiguitas desde esta altura, como si todo fuera ya poco importante. Y recuerdo unas palabras que Galeano dedicaba a las hordas civilizantes:


Eso rasca. Y rasca mucho, y rasca muy bien.

Y sentenció:

Pero rasca donde no pica

03 octubre, 2010

Nocturnos XXXI






Dejarse arrastrar al antro más oscuro de la ciudad, notar el calor suspendido en el aire, cientos de cuerpos alrededor moviéndose al unísono de un marcado bombo. Perderse entre olor a noche y sentirse hipnotizado por movimientos convulsos pero rítmicos. Saborear la copa y sentir frio en los labios, volver desenfocado y vibrante el contexto. Declararte amor eterno a gritos sin dejar de mirarte, protegido por la música, a sabiendas que el volumen no deja que oigas ni una palabra.
Sonríes y te acercas.